Elder Pearson Elder Martinez Elder Taylor
Los convenios y nuestra relación con Dios
D. Todd Christofferson
Cuórum de los Doce Apóstoles
Queridos hermanos y hermanas, como saben, los apóstoles de la antigüedad escribieron cartas —epístolas— a los santos que se encontraban por todo el mundo en aquellos días. Con una tecnología diferente, esta es nuestra epístola para ustedes en esta época, así que me gustaría utilizar el saludo que utilizó Pablo en sus epístolas: “Amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”1.
Nuestros mensajes de hoy se centran en los convenios de salvación y exaltación. Al igual que ustedes, hemos tomado nota del gran énfasis profético sobre recibir y honrar los convenios del Evangelio, un énfasis que se repite y que también es urgente.
Los miembros de la Presidencia de Área hablarán sobre las ordenanzas y los convenios específicos del Evangelio de Jesucristo. Espero que tomen nota a medida que ellos hablen para que puedan usarlas en su hogar y en las clases y los discursos de la Iglesia. Quiero hacer unos comentarios de introducción sobre los convenios en general: primero, la relación con Dios y con Cristo que obtenemos mediante los convenios; y segundo, el poder que recibimos a través de los convenios divinos.
Los convenios son, ante todo, acuerdos mutuos. La promesa principal por convenio que hacemos a Dios es obedecerlo en todo lo que Él nos mande y amar y servir, tanto a Él como a nuestros semejantes. A cambio, Él nos promete un lugar con Él en Su reino. Pero un convenio con Dios es algo más que meros acuerdos: tiene que ver con nuestra relación con el Padre y el Hijo, y con el Espíritu Santo; tiene que ver con sentir y recibir el amor especial de Ellos; tiene que ver con una relación estrecha y duradera que nos lleva a ser uno con el Padre y con el Hijo.
El presidente Russell M. Nelson, como saben, ha hablado ampliamente acerca de las ordenanzas y los convenios del sacerdocio, y ha enseñado que “Adán y Eva aceptaron la ordenanza del bautismo y comenzaron el proceso de ser uno con Dios. Habían entrado en la senda de los convenios. Cuando ustedes y yo también entramos en esa senda, tenemos una nueva forma de vida. De ese modo, creamos una relación con Dios que le permite bendecirnos y cambiarnos. La senda de los convenios nos lleva de regreso a Él. Si permitimos que Dios prevalezca en nuestra vida, ese convenio nos acercará más y más a Él. Todos los convenios tienen por objeto ser vinculantes; crean una relación con lazos sempiternos”2.
“El hacer un convenio con Dios cambia nuestra relación con Él para siempre. Nos bendice con una medida adicional de amor y misericordia. Influye en quiénes somos y en cómo Dios nos ayudará a llegar a ser lo que podemos llegar a ser”3.
De este modo, los convenios se convierten en los medios con los cuales colaboramos con Dios en nuestra propia transformación de hombre natural a santo, por la gracia y la mediación de Jesucristo, nuestro Redentor. En este proceso, nuestra relación con el Padre y el Hijo se convierte en algo profundamente personal: se convierte en una relación de confianza y también de amor. Podemos vivir con confianza4, como dijo el Salvador, porque estamos unidos a Él. Él ha vencido al mundo, y con Él, también nosotros venceremos al mundo.
Por supuesto, aunque obtengamos una relación especial con la Deidad, no esperamos ser acarreados de principio a fin a lo largo de la senda de los convenios. Nosotros recorremos la senda, y Dios nos acompaña, adaptando Su ayuda a nuestras necesidades individuales. Y así es como llegamos a conocer al “único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien [Él ha] enviado”5. Esta relación es la fuente de un gozo sin igual.
Segundo, por medio de los convenios también tenemos acceso al “poder de la divinidad”6. El presidente Nelson explicó: “Todo hombre y toda mujer que participa en las ordenanzas del sacerdocio, y que hace y guarda convenios con Dios tiene acceso directo al poder de Dios”7. El poder no radica en el convenio en sí mismo: el poder reside en Dios el Padre, en Jesucristo y en el Espíritu Santo. Pero es en virtud de nuestro convenio que tenemos acceso a Su poder para que nos guíe por la vida. El presidente Nelson citó las palabras del Salvador al pueblo de la antigua América, cuando dijo que Él había sido enviado para bendecirlos, apartando “a cada uno” de sus iniquidades. Cito: “Y esto, porque sois los hijos del convenio”8. Entonces el presidente Nelson añadió: “¿Ven la importancia de esto? ¡Aquellos que guarden sus convenios con Dios se convertirán en un linaje de almas resistentes al pecado! Quienes guarden sus convenios tendrán la fortaleza para resistir la influencia constante del mundo”9. Más poder para resistir la influencia constante del mundo en estos tiempos es exactamente lo que necesitamos.
Cuando pienso en el poder inherente a los convenios que hacemos con Dios, pienso en nuestros antepasados pioneros. El anhelo de los santos de Nauvoo por obtener los convenios de la Casa del Señor quedó escrito en el diario de Brigham Young. El 2 de febrero de 1846, el presidente Young escribió que se había reunido con los Doce para hablar del comienzo de su viaje hacia el oeste. Todos estuvieron de acuerdo en que era esencial comenzar ese éxodo lo antes posible, antes de que sus enemigos pudieran interferir en sus planes. Sin embargo, al día siguiente, Brigham escribió: “A pesar de que había anunciado que no efectuaríamos ordenanzas, la Casa del Señor estuvo repleta de gente todo el día, con gran anhelo de recibir [las ordenanzas del templo]”. Mientras trataba de persuadir a las personas para que partieran de inmediato de Nauvoo, les aseguró que se construirían más templos y que tendrían oportunidades de recibir los convenios del templo en el futuro. Luego continuó: “En este templo ya hemos sido recompensados abundantemente, aun cuando no recibiéramos más. También les dije a los hermanos que iba a preparar los carromatos y a partir. Me alejé hasta cierta distancia del templo suponiendo que la multitud se dispersaría, pero al volver vi que estaba lleno a rebosar. Al contemplar la multitud y reconocer sus anhelos, pues tenían hambre y sed de la palabra [su investidura], continuamos diligentemente nuestras labores en la Casa del Señor”10.
Sarah Rich, una hermana que se encontraba en Nauvoo en aquellos momentos afirmó: “Pero muchas fueron las bendiciones que recibimos en la Casa del Señor y que nos brindaron gozo y consuelo en medio de todas nuestras aflicciones, y que nos facultaron para tener fe en Dios, sabiendo que Él nos iba a guiar y a sostener […]. Porque si no hubiera sido por la fe y el conocimiento que se nos concedieron en aquel templo por la influencia y ayuda del Espíritu del Señor, esa jornada habría sido como un salto en la oscuridad. Habría sido como caminar hacia las fauces de la muerte, pero tuvimos fe en nuestro Padre Celestial, depositamos en Él nuestra confianza, sintiendo que éramos Su pueblo escogido y que habíamos aceptado Su Evangelio; y en lugar de sentir dolor, nos regocijábamos porque había llegado el día de nuestra liberación”11.
Hermanos y hermanas, este es el legado sobre el que edificamos. Que Dios los bendiga con una relación estrecha y duradera con Él y con nuestro Salvador. Que Su poder se manifieste constantemente en su vida debido a su fidelidad al guardar los convenios. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
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Russell M. Nelson, “El convenio sempiterno”, Liahona, octubre de 2022, págs. 4–5.
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Russell M. Nelson, “El convenio sempiterno”, pág. 9.
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Russell M. Nelson, “El convenio sempiterno”, pág. 10.
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Russell M. Nelson, “El convenio sempiterno”, pág. 8.
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History of the Church, tomo VII, pág. 579.
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Autobiografía de Sarah P. Rich, manuscrita, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, págs. 42–43.
El poder de los convenios sagrados
Kevin W. Pearson
Presidencia del Área Utah
Queridos hermanos y hermanas, expresamos nuestro amor y gratitud por todo lo que están haciendo para ayudar a las personas y a las familias a poner al Salvador y los convenios sagrados en el centro de su vida y a vivir el Evangelio de Jesucristo con gozo. Creo que hablo en nombre de todos al decir: Te damos, Señor, nuestras gracias por profetas y apóstoles [que nos guían] cómo vivir. Élder Christofferson: lo amamos y lo sostenemos. Gracias por su mensaje.
Recientemente, el presidente Nelson hizo hincapié en lo siguiente: “El poder moral y espiritual que necesita nuestro pueblo ahora mismo y para los días venideros es el poder de Dios el Padre y de Su Hijo, Jesucristo. Obtenemos acceso a Su poder al hacer convenios con Ellos y guardarlos”. Entonces añadió: “Enseñen a los miembros de manera más intencionada sobre el poder de hacer y cumplir convenios”, fin de la cita.
Hoy, nuestro mensaje tiene que ver con el poder de los convenios sagrados y la necesidad de enseñarlos de manera más firme e intencionada.
El nuevo y sempiterno convenio, del que acaba de hablar el élder Christofferson, comprende, primero, el convenio del bautismo, el don del Espíritu Santo, el juramento y convenio del sacerdocio, la investidura del templo y el sellamiento en el templo. Hablaré sobre el bautismo, el don del Espíritu Santo y la Santa Cena. El élder Hugo E. Martínez hablará sobre la investidura del templo y el élder Brian K. Taylor hablará sobre el sellamiento en el templo. Después de la transmisión, los invitamos a seguir analizando el poder de hacer y guardar convenios sagrados y cómo pueden ser más deliberados al enseñarlos y guardarlos.
Nuestros jóvenes y adultos no obtendrán un entendimiento de los convenios sagrados si no enseñamos intencionalmente las doctrinas del Evangelio. No abrazarán lo que no entienden, ni entenderán si sus padres y líderes no les han enseñado. El presidente Nelson enseñó, y cito: “Aprender a guardar los convenios comienza con ayudar a nuestros niños, jóvenes y adultos a comprender cuán importante es cumplir las promesas”, fin de la cita. Un convenio es una promesa sagrada hecha con Dios. Él establece los términos de esos convenios y espera nuestro compromiso, corazón y alma, para que los cumplamos. También ha enseñado, y cito: “Aumentamos el poder del Salvador en nuestra vida cuando hacemos convenios sagrados y guardamos dichos convenios con precisión [y exactitud]. Nuestros convenios nos unen a Él y nos dan poder divino”1. “Cuando hacemos un convenio con Dios, abandonamos el terreno neutral para siempre. Dios no abandonará Su relación con aquellos que han forjado tal vínculo con Él”, fin de la cita2.
Hace poco asistí a un servicio bautismal de estaca. Fue hermoso, pero me preocuparon los mensajes sobre el bautismo y el Espíritu Santo. Cuando nos bautizamos, nuestros pecados no desaparecen con el agua, y el don del Espíritu Santo es mucho más que un medio para encontrar objetos perdidos o extraviados. Lamentablemente, no se mencionó que el bautismo fuera un convenio sagrado con Dios ni se mencionó la Expiación de Jesucristo ni Su función como Salvador y Redentor. No se mencionó que el Espíritu Santo fuera un revelador, la fuente del testimonio, un maestro de verdades eternas y un consolador en tiempos de aflicción y dolor. No se mencionó la función esencial de la Santa Cena para ayudarnos a retener la remisión de nuestros pecados ni el poder purificador necesario para regresar a casa con Dios sin mancha y santos.
Hermanos y hermanas, simplemente debemos ser más deliberados y eficaces al enseñar acerca de los convenios sagrados, incluso a los niños. El Salvador enseñó que el bautismo es necesario para que entremos en el Reino de Dios. Cuando somos bautizados, testificamos ante Dios que hemos concertado un convenio con Él de que tomaremos sobre nosotros el nombre de Cristo, que siempre lo recordaremos y guardaremos Sus mandamientos. Cuando hacemos este convenio, Él promete que derramará Su Espíritu más abundantemente sobre nosotros. Guardar el convenio del bautismo es el primer paso que nos vincula a Dios para que el Espíritu Santo pueda limpiar, fortalecer y cambiar nuestra naturaleza para bien.
Experimentar esa influencia santificadora se llama “renacimiento espiritual”. La inmersión simboliza la muerte de la vida pecaminosa pasada de una persona y el renacimiento espiritual. También simboliza la muerte y la resurrección. Todo esto es posible gracias a la Expiación y Resurrección de Jesucristo. El bautismo sin el don del Espíritu Santo no tendría sentido. Debemos nacer tanto del agua como del Espíritu para tener acceso al Reino Celestial. Nuevamente, el presidente Nelson ha enseñado que “en los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo”3.
Mientras esperaban que el Salvador regresara con ellos el segundo día, los nefitas y lamanitas sobrevivientes “oraron por lo que más deseaban”: el Espíritu Santo4. ¿Qué podemos hacer para enseñar el poder del incomparable don del Espíritu Santo a fin de que nuestros miembros supliquen diariamente por su influencia en sus vidas?
Cuando el convenio del bautismo y el don del Espíritu Santo se entienden verdaderamente, la importancia de la Santa Cena se vuelve primordial en nuestra vida. Al renovar dignamente nuestros convenios con determinación de tomar sobre nosotros el nombre de Cristo, guardar Sus mandamientos y recordarle siempre, retenemos la remisión de nuestros pecados y nos hacemos merecedores de tener siempre la influencia del Espíritu Santo con nosotros. Estas son bendiciones supernas de valor infinito. La reunión sacramental es un momento sagrado. Si se entendiera debidamente, nadie dejaría de participar de la Santa Cena ni de honrar el día de reposo. ¡Sería algo impensable! Estimados obispados, los alentamos a dar prioridad a la calidad espiritual del servicio semanal de la reunión sacramental. Esto es lo más importante que pueden hacer como obispos para edificar la fe y el testimonio de los miembros de su barrio.
Hermanos y hermanas, les pedimos, como líderes y padres, que enseñen de manera más deliberada y eficaz el poder de hacer y guardar convenios sagrados. Estudiar con espíritu de oración los mensajes recientes del presidente Russell M. Nelson y de otros miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce es un buen punto de partida. Testifico que a medida que enseñemos y volvamos a enseñar el poder de hacer y guardar convenios sagrados, aumentará la fe en el Señor Jesucristo; se expandirá el acceso al convenio especial de amor y misericordia de Dios, nuestro Padre Eterno; aumentará la confianza para recibir el perdón divino y la remisión de los pecados; el Espíritu Santo llegará a ser una influencia guiadora, orientadora y consoladora en nuestra vida; y hallaremos mayor gozo al vivir el Evangelio. En el nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Notas
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Russell M. Nelson, “Cómo obtener el poder de Jesucristo en nuestra vida”, Liahona, mayo de 2017, pág. 4
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Russell M. Nelson, “El convenio sempiterno”, Liahona, octubre de 2022, pág. 5.
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Russell M. Nelson, “Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas”, Liahona, mayo de 2018, pág. 96.
Los convenios del templo y la investidura
Élder Hugo E. Martínez
Presidencia del Área Utah
Queridos hermanas y hermanos: Me complace profundamente ser parte de esta transmisión de la Presidencia del Área Utah para nuestros miembros y amigos. El presidente Russell M. Nelson prometió: “Cada persona que hace convenios en las pilas bautismales y en los templos, y los guarda, tiene un mayor acceso al poder de Jesucristo […], a fin de elevar[se] por encima de la atracción de este mundo caído”1. En otras palabras, podemos acceder al poder de Dios, pero solo cuando nos conectamos con Él mediante convenios sagrados.
Tener acceso al poder de Jesucristo bendice nuestras vidas a medida que lo seguimos y servimos a los demás en nuestras ministraciones personales y en los llamamientos de la Iglesia. El élder Dale G. Renlund ha enseñado sobre la responsabilidad asociada con los convenios: “Un convenio es un compromiso para el cual debemos prepararnos, que debemos comprender claramente y honrar absolutamente. Hacer un convenio con Dios es diferente de hacer una promesa a la ligera. Primero, se requiere la autoridad del sacerdocio. Segundo, una promesa débil no tendrá la fuerza conectora para elevarnos […]. Solo hacemos el convenio cuando tenemos la intención de comprometernos a cumplirlo de un modo considerablemente excepcional. Llegamos a ser hijos de Dios por convenio y herederos de Su reino, en especial, cuando nos identificamos completamente con el convenio”2.
Cuando tomamos decisiones en la vida, estos convenios nos ayudan a guiarnos. Respecto a las ordenanzas del templo relacionadas con la investidura, el élder Renlund enseñó lo siguiente sobre los convenios asociados: “La senda de los convenios conduce a las ordenanzas del templo, tal como la investidura del templo. La investidura es el don de Dios que consiste en sagrados convenios que nos conectan más plenamente con Él. En la investidura, primero, hacemos convenio de esforzarnos por guardar los mandamientos de Dios; segundo, arrepentirnos con un corazón quebrantado y un espíritu contrito; tercero, vivir el evangelio de Jesucristo. Hacemos esto ejerciendo la fe en Él, haciendo convenios con Dios al recibir las ordenanzas de salvación y exaltación, guardando esos convenios a lo largo de nuestras vidas y esforzándonos por vivir los dos grandes mandamientos de amar a Dios y a nuestro prójimo. Cuarto, hacemos convenio de guardar la ley de castidad y, quinto, dedicarnos a nosotros mismos y todo con lo que el Señor nos ha bendecido para edificar Su Iglesia”3.
Como Presidencia de Área, nos preocupa que los miembros investidos usen el gárment del templo según las instrucciones. El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Las personas que han sido investidas en un templo son responsables de llevar puesto un gárment del templo, una prenda de ropa que no se ve, porque se lleva puesta debajo de la ropa exterior. Este les recuerda a los miembros investidos los convenios sagrados que han hecho y las bendiciones que se les han prometido en el santo templo. Para lograr esos santos propósitos, se nos instruye que llevemos puestos los gárments del templo continuamente, siendo las únicas excepciones las que obviamente son necesarias. Debido a que con los convenios no “hay días libres”, quitarse los gárments se puede entender como una renuncia de las responsabilidades [acordadas] por convenio y de las bendiciones con las que se relacionan. Por el contrario, las personas que llevan puestos sus gárments fielmente y guardan sus convenios del templo continuamente, afirman su función como discípulos del Señor Jesucristo”4.
Hermanos y hermanas, estas son consideraciones serias. Invitamos a todos los miembros investidos a usar el gárment según las instrucciones dadas en la primera parte de la investidura: la iniciatoria. Al hacerlo, se nos promete: “Durante la iniciatoria, el miembro recibe la instrucción de ponerse el gárment del templo. El gárment es un símbolo sagrado de Jesucristo. También es un recordatorio de los convenios del templo. Cuando los miembros guardan sus convenios, incluso el sagrado privilegio de llevar puesto el gárment tal como se les ha indicado hacerlo, tendrán mayor acceso a la misericordia, a la protección, a la fortaleza y al poder del Salvador”5.
Es asombroso considerar las bendiciones prometidas al hacer y guardar los convenios del templo. Como dijo el élder Renlund: “Al hacer y guardar los convenios del templo, aprendemos más sobre los propósitos del Señor y recibimos una plenitud del Espíritu Santo; recibimos dirección para nuestra vida; maduramos en nuestro discipulado para no permanecer como niños perpetuos y sin conocimiento. Antes bien, vivimos con una perspectiva eterna y estamos más motivados a servir a Dios y a otras personas. Recibimos mayor capacidad para cumplir con nuestros propósitos en la vida terrenal. Somos protegidos de la maldad y obtenemos mayor poder para resistir la tentación y arrepentirnos cuando tropezamos. Cuando flaqueamos, el recuerdo de nuestros convenios con Dios nos ayuda a volver a la senda. Al conectarnos con el poder de Dios […], [somos] capaces de ir contra la corriente del mundo, a lo largo de nuestra vida y por las eternidades. En definitiva, nuestros destinos cambian debido a que la senda de los convenios conduce a la exaltación y la vida eterna”6.
Para concluir, queridos hermanos y hermanas, ¿podrían dedicarse de manera más intencionada a preparar a las personas para entender la investidura del templo y enseñar la importancia de guardar los convenios del templo, incluido el uso del gárment del templo? Testifico que el Padre Celestial y Jesucristo se deleitan en otorgarnos bendiciones eternas. En Su nombre sagrado, sí, Jesucristo. Amén.
Notas
1. Russell M. Nelson, “Vencer al mundo y hallar descanso”, Liahona, noviembre de 2022, págs. 96, 97.
2. Dale G. Renlund, “Cómo acceder al poder de Dios a través de los convenios”, Liahona, mayo de 2023, pág. 36
3. Dale G. Renlund, “Cómo acceder al poder de Dios a través de los convenios”, pág. 36.
4. Dallin H. Oaks, “Convenios y responsabilidades”, Liahona, mayo de 2024, págs. 95–96.
5. Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 27.2, Biblioteca del Evangelio.
6. Dale G. Renlund, “Cómo acceder al poder de Dios a través de los convenios”, pág. 36.
Las grandes bendiciones y el poder divino en la ordenanza del sellamiento
Brian K. Taylor
Presidencia del Área Utah
Gracias, élder Christofferson, élder Pearson y élder Martínez. Nuestro querido profeta, el presidente Russell M. Nelson enseñó: “El templo es el núcleo del fortalecimiento de nuestra fe y fortaleza espiritual porque el Salvador y Su doctrina son la esencia misma del templo. Todo lo que se enseña en el templo, mediante la instrucción y el Espíritu, amplía nuestra comprensión de Jesucristo”1. Qué bendición es saber que todas las cosas en la Casa del Señor dirigen nuestras almas hacia Él.
Estoy agradecido por el privilegio de compartir ahora algunas ideas sobre la ordenanza suprema a la que llamamos sellamiento. Así que vengan conmigo a esta hermosa sala de sellamientos y consideren el significado y la naturaleza simbólica del altar sagrado y su posición central en la sala, resaltada por un magnífico candelabro que dirige nuestra vista precisamente hacia el centro. En esto, vemos el sacrificio expiatorio de nuestro Salvador como el Cordero de Dios y lo entendemos como el acto central y más crucial de toda la eternidad. Ahora piensen en cuán precioso y grande es el amor de nuestro Padre Celestial al permitir que una pareja, vestida de blanco, se arrodille y se tome de las manos en el mismo lugar, justo en el centro del altar, y entre en este orden del sacerdocio, es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio, ¡para ser sellados para siempre!
Aprendemos en este entorno celestial que solo en, a través y gracias a la Expiación y Resurrección de Jesucristo las familias eternas pueden formarse, salvarse, redimirse y un día regresar a su exaltación en la presencia del Padre. En la sección 132 de Doctrina y Convenios, el Señor hace estas asombrosas promesas a quienes se casan por Su palabra, entran en el nuevo y sempiterno convenio y permanecen fieles. Cito: “Saldréis en la primera resurrección, […] y heredaréis tronos, reinos, principados, potestades y dominios”, hasta llegar a ser algún día como Él es, recibir todo lo que Él tiene, incluso aumento eterno, lo que el Señor ha llamado “continuación de las simientes”2. Aunque son casi incomprensibles, sé que esas bendiciones vendrán y que son verdaderas porque sé quién está haciendo las promesas.
Nuestra familia tuvo la bendición de hacer un recorrido por la Casa del Señor en Layton. La hermana Checketts, nuestra guía angelical, lo llamó un “recorrido privado”, que obviamente significaba “los Taylor son un grupo muy ruidoso, y será mejor que los llevemos por el camino de atrás”. Sonriendo a nuestra caravana de nietos, un tanto caótica pero feliz, fue muy paciente y amable, permitiéndonos unos minutos en una de las salas de sellamiento para reunirnos alrededor del santo altar y compartir tiernamente nuestras más altas esperanzas de estar con cada uno de ellos algún día, cuando fueran sellados por el tiempo y por toda la eternidad. Para nuestros pequeñitos que no entienden bien lo que significa la palabra “sellamiento”, mi esposa, Jill, enseña que es como unirnos para siempre con un pegamento muy fuerte como una familia súper feliz. A ellos les gustó la idea, al igual que a mí.
No es de extrañar que, tan pronto como se lleva a cabo el sellamiento, que representan mis manos fuertemente entrelazadas, el adversario haga todo lo posible por quebrantarlo, separarlo y destruirlo. ¿Y no es asombroso que las mismas experiencias y desafíos de la vida —piensen en Nefi y Lamán— que pueden fortalecer nuestro sellamiento y hacer que sea irrompible, sean los mismos que pueden debilitar y romper nuestro vínculo del sellamiento? Y lo único que he aprendido que marcará toda la diferencia en el resultado es si elegimos centrarnos en Jesucristo y acceder al poder fortalecedor de Dios a través de nuestra conexión por convenio o no. ¡Los invito a tomar esa decisión o arrepentirse y reconectar ahora!
En una dulce conversación que Jill y yo tuvimos con el presidente Nelson, le pregunté: “¿Qué podemos hacer para apoyarlo y sostenerlo mejor en su llamamiento, presidente?”.
Con amor y ternura, me miró y respondió: “Brian, cuida muy bien de Jill”.
Con esas palabras, sentí que me estaba invitando a tratarla mejor, como una princesa, una reina. Me estaba invitando a cumplir más plenamente las promesas que había hecho años atrás al arrodillarnos ante un altar en nuestro sellamiento en la Casa del Señor.
Luego el presidente Nelson dijo: “Eso me sostendrá en mi llamamiento”.
Extiendo la misma invitación a cada esposo y hermano ministrante entre nosotros de tratar a sus esposas y a cada una de las amadas hijas de Dios con mayor amor y cuidado más tierno. Imaginen las grandes bendiciones que esto traerá. Aunque muchos de nosotros hemos recibido la invaluable bendición llamada sellamiento, muchos otros continúan anticipando y esperando en el Señor que ese gran día llegue a sus vidas. A ustedes les testifico que la promesa de Dios de que esto suceda en sus vidas es segura, porque Él “guard[a] convenios […] [con S]us siervos que andan en rectitud delante de [Él] con todo su corazón”3. Y conocemos a muchos de ustedes que son fieles y se esfuerzan de todo corazón.
Una vez más, como presidencia, la invitación que les hacemos como padres y líderes es que enseñen de manera más intencional y poderosa, mediante la palabra y el ejemplo, el amor extraordinario y el poder divino que experimentamos al hacer y guardar convenios sagrados, incluido el convenio supremo del sellamiento. Comparto este breve video de nuestro querido profeta, el presidente Nelson, como nuestro mejor ejemplo de enseñar y testificar con gran poder y autoridad, y testifico con gozo que sus palabras son verdaderas. Todas son verdaderas. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
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Russell M. Nelson, “El templo y el cimiento espiritual de ustedes”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 93.